10/4/17

Galicia, donde las mujeres dan misa

"Cristina Moreira se autoproclamó el pasado año “la primera mujer cura de España”. Ordenada presbítero junto a otras seis compañeras en el río Danubio, “que no es diócesis de nadie”, oficia misa cada domingo, o así le llama ella, en la comunidad Home Novo, en la plaza de Recife de A Coruña.

 Lo supiera o no el Arzobispado, solo fue después de que apareciera en la prensa haciendo gala de hábitos y celebraciones que la desautorizó. Pero Moreira no es la única. En muchas aldeas gallegas, principalmente de Lugo, la escasez de curas les obliga a recurrir a feligreses para suplirles. También a feligresas.

Allí donde hay muchas más parroquias que curas, la Iglesia prevé como solución que vecinos sin sotana les sustituyan desde el púlpito. Puede ser un diácono o incluso un laico, que se guía por un manual titulado Celebración de la palabra en ausencia de presbítero. 

Lo han hecho desde hace décadas en ayuntamientos como Alfoz y O Valadouro, en el norte de Lugo. A menudo monjas, pero también feligresas como Carmen y Dora, que aceptan resignadas cumplir con el ritual, incluido el reparto de pan y vino que han recibido la bendición previa del sacerdote. Un servicio eclesiástico como otro cualquiera, excepto por la imposibilidad de confesar.

El caso de Moreira es distinto. No auxilia a un cura, sino que asegura celebrar misa, y hacerlo con el beneplácito de la Iglesia. “Las mujeres presbíteros estamos al margen pero somos casa común, no queremos salir de nuestra iglesia”.

 La mujer sacerdote de A Coruña oficia todo tipo de sacramentos, tanto eucaristía como confesión, y se presta incluso para matrimonios. Tocada con la estola, y con alba y casulla en las grandes ocasiones, Moreira se declara “cura”. 

 “Oficialmente las mujeres no podemos serlo, no se nos autoriza, pero es una injusticia. No hay argumentos teológicos que lo sostengan, son de tipo tradicional y patriarcal. Hubo unos obispos católicos que estuvieron de acuerdo con eso y ordenaron las primeras mujeres en el Danubio”, explicó en la entrevista en La Voz de Galicia que hizo reaccionar al Arzobispado.

Esas mujeres a las que alude la autoproclamada cura forman parte de la Asociación de Mujeres Sacerdotes Católico Romanas (ARCWP, en sus siglas en inglés), un colectivo que promueve la igualdad de derechos de hombres y mujeres dentro de la Iglesia Católica. En 2002, Cristina y otras seis mujeres se ordenaron en el Danubio.

 “Las diócesis funcionan territorialmente, pero el río Danubio no es territorio de ningún obispo”, explica. Las ordenaciones las hizo un obispo varón, por lo que ellas consideran que se ha respetado la sucesión apostólica.

No parece que ese argumento convenza a la curia. Cristina fue excomulgada, y ahora que sus ceremonias de los domingos han salido a la luz, el Arzobispado ha reaccionado con un comunicado en el que afirma que “la Iglesia es un Misterio de comunión por voluntad del Padre, realizado en la Misión del Hijo y actualizado por el la Acción del Espíritu Santo”. Lo que le hacer concluir: “La presidencia de la celebración sacramental no es, pues, un ministerio que Cristo haya entregado a las mujeres”.

El Arzobispado recuerda que Juan Pablo II “descartó toda posibilidad de debate” dentro de la Iglesia sobre la posibilidad de aceptar el sacerdocio femenino, al señalar que las mujeres “no pueden ser sacerdotes porque el mismo Cristo, que instituyó el Sacramento, determinó que fueran varones quienes ejerzan este ministerio”. 

Para los responsables de la archidiócesis de Santiago, eso no significa “que la mujer no sea una parte fundamental en una Iglesia, toda ella ministerial en virtud del sacramento del bautismo”. “Basados en estas consideraciones, la ordenación de esa Señora es ilícita e inválida, por lo que ni ella ni los fieles que la siguen celebran válidamente los sacramentos ni están en comunión con la Iglesia católica”.

La curia acepta en cambio otra situación que está dando a las mujeres en muchas aldeas de Galicia el protagonismo que demanda un importante sector de la Iglesia. Se trata de la celebración de la palabra, o lo que es lo mismo, la sustitución por parte de feligreses o religiosos de cualquier sexo de curas que no pueden atender todas sus parroquias. 

Y si hay un lugar con más iglesias que curas, ese es Galicia, especialmente en las zonas más rurales, donde en ocasiones un mismo sacerdote tiene que atender hasta 10 o 12 parroquias. Como es imposible multiplicarse por 12 en la mañana de un domingo, desde hace décadas recurren a vecinos o a monjas para que les ayuden.

En la provincia de Lugo, las hermanas de los Hijos de la Virgen de los Dolores lo hacen desde hace décadas. Y es un secreto a voces que en la aldea lucense de Frexulfe, decenas de vecinos escuchan cada semana la homilía de Carmen Mandiá, una vecina próxima a los 70 que sustituye a José Antonio Llenderrozos, el cura titular de esa iglesia del ayuntamiento de O Valadouro. 

Lo hace todo igual que el sacerdote, salvo la consagración y el reparto de la hostia, que va en mano, porque a Carmen le daba demasiado respeto metérsela a la gente en la boca por temor a que acabase en el suelo.

Al cura José Antonio también le auxilia desde hace tres años Antonio Jesús Lorenzo, más conocido como Cachín, vigilante forestal y miembro de un grupo cómico muy aplaudido en la comarca llamado Trípode. 

Se alterna con el cura: un domingo cada uno, Cachín, siempre con el libro Celebración de la palabra en ausencia de presbítero como guía, dirige las oraciones, lee la homilía y reparte las obleas consagradas por Llenderrozos. Pero Cachín ya no está solo. En los últimos meses también ejerce de cura Dora, otra mujer.

 Muy cerca de allí, en O Valadouro, las monjas de la Virgen de los Dolores sustituyen al sacerdote desde hace décadas. El actual, Fernando Monterroso, se auxilia preferentemente en las religiosas María y Eloína, que empezaron ayudando en tres parroquias y ya ofician en seis, con un centenar largo de fieles.

Monjas, feligresas y la desautorizada cura de A Coruña reabren el debate del papel de la mujer en la Iglesia. Esta última no duda en calificarse de pionera. “Tenemos que abrir caminos aunque no sean legales, como hicieron las sufragistas”, reclama. “Somos hijas de Dios, no sobrinas ni primas. No puedo apoyar ser cristiana de segunda categoría, con mi conciencia no va, ni tampoco con el mensaje de Jesús”.                    (Pablo López, El confidencial, 19/03/17)

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